lunes, 6 de diciembre de 2010

HUEVO FRITO


Los hombres solemos ser dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras y de nuestros gestos. Hace unos meses un hombre quedó pegado a un hecho histriónico que se transformó en una patraña, en una comidilla, en una anécdota risueña, en una provocación grosera, en un boomerang que terminó devorándose al lanzador.
Las cosas del fútbol, las vueltas de la vida y los retornos menos esperados visualizaron un encuentro por obra y gracia del fixture, justo en la última fecha de un torneo, entre el protagonista del cuento y su viejo, pero ocasional verdugo.
Y el huevo se frió en la tórrida tarde de Olavaria y Luna, con sus dichos y sus gestos a cuestas; junto a su digno equipo canarino que nos visitó.
Del partido nada, lo de siempre, paridad hasta el error, que en esta oportunidad nos tocó aprovechar. Lo de siempre, el machacar y esperar, el buscar, el abrir, el probar, el romper, el marcar. Y allí Barracas sacó ventaja de un dubitativo y poco punzante oponente, que nunca pudo ser lo que se propuso, que llegó poco y con cierto peligro, pero muy poco.
Que en cierto paraje del encuentro descubrió errores defensivos propios, ciertas distracciones bien resueltas por Elias y sus hombres de defensa.
Lo bueno vino en la segunda parte, pues en la primera despertamos al partido con un mano a mano de González y casi nada más. Nos prestamos la pelota y nos morimos de calor.
Pero en el complemento, fuimos más, tuvimos aguante, soportamos las inclemencias y aparecieron los diferentes, Gonzáles, Torres, el paraguayo y allí rompimos el cero.
Pudimos convertir algún tanto de contra, abriendo a las puntas, tirando misilísticos centros que no fueron capitalizados por los de adelante. Pero la inteligencia de los de Kopriva resolvieron un encuentro chivo, de seis puntos. El huevo perdió en la sartén del estadio Chiqui Tapia, el huevo seguirá participando, demostrando que puede, aprendiendo en una categoría difícil, haciendo piruetas, equilibrio, tratando de zafar de la parca que lo viene arrinconando. El huevo, en definitiva, seguirá remando.

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