viernes, 29 de julio de 2011

LA VIDA POR UN ESCUDO


Parece ser que la problemática y las necesidades primarias de los hinchas de fútbol y en especial de aquellos que militan en primera A, pasa exclusivamente por la aparición de un escudo en una revista deportiva. La colocación de la insignia de River Plate en la portada digital de la Revista Olé de la Argentina se ha transformado en un tema de estado por parte de las parcialidades ajenas a la institución de Núñez, habida cuenta del descenso a la B Nacional sufrido hace semanas. Para los hinchas de primera el distintivo no debe estar junto con los que pertenecen a la máxima categoría y como una suerte de emblema global, la mencionada revista lo ostenta en su cabecera.
El drama de River Plate ha provocado una movida social de proporciones que ha desembocado hasta en la confección de un nuevo mapa futbolero para hacerlo retornar en breve a la A, juntos a otras instituciones influyentes caídas en desgracia. El tema del escudo es un tópico menor que los hinchas deben dejar de lado. El que una revista apunte a una atención diferencial y personalizada hacia uno de sus principales focos de lectores es un hecho primario y sin connotaciones. Cada uno en un emprendimiento privado hace lo que se le da la gana. Si no les gusta, mentasen en Cancha Llena o en otros de los numerosos portales deportivos. Esto también corre con referencia a los agravios que he sabido leer hacia la persona de Farinella, periodista que no es de mi agrado, pero no merece semejante tratamiento por el solo hecho de ser columnista de River en el mencionado medio.
El proteccionismo hacia los equipos llamados grandes de nuestro fútbol no anida en la colocación de prepo de un mísero escudo virtual, sino en la verdadera maraña de influencias puesta a disposición del negocio fútbol, alimentado por un sinfín de movidas a todo nivel por lo popes de la Argentina. Políticos metiches, periodistas lobistas, ejecutivos manipuladores, dirigentes inescrupulosos, ambiciosos, obsecuentes y mesiánicos pintan el cuadro vergonzoso de un fútbol mercantilista sin cancerberos del deporte en sí y una legión de meretrices haciendo números traducidos en publicidad, televidentes, aportes, expectativas e inclusión seudo federal de este negocio millonario.
Tanto el diario Olé, como la revista El Gráfico, por nombrar algunos medios gráficos, no son otra cosa que voceros de la pasión que a lo largo de los años fueron construyendo los equipos grandes. Se subieron a los hombros de su historia y su convocatoria para venderle noticias y en un mundo comercial como el que vivimos, esto resulta ser un negocio lícito, aunque el hincha de un equipo chico muera de bronca. Estas publicaciones morirían de hambre si su trabajo dependiese de clubes como Barracas, Merlo, Defensa, o Argentino de Quilmes por citar a instituciones queribles del mapa de ascenso.
No demos la vida por un escudo. Breguemos por mayor equidad a la hora de administrar justica por los estamentos de que deben ejecutarla. Que se castigue al grande por lo que hizo con la misma fuerza con que se lo ha hecho con el chico. Que el descenso sea un castigo y que todos lo purguen y no se dibuje una chicana para dejar feliz al poderoso. Por lo demás de nada sirve pelearse con la Oral Deportiva, con ESPN o con Fox, porque el simple hecho que estos medios suelen hablar más de River que de Argentinos Jr. o Banfield. No seamos tontos, exijamos igualdad y no exclusividad.

martes, 26 de julio de 2011

JUGUEMOS CON BOTONES Repetición de Nota del viernes 7 de mayo de 2010


Recuerdo que cuando era pibe, me encantaba jugar al fútbol con botones en el viejo mostrador de mi padre, que era sastre y trabajaba en casa. Cada equipo tenía un color diferente de botón y nombres de fantasía (Deportivo Fulgor, Fortuna FC, Atlético Alfa, etc). Yo armaba los torneos, decidía los ascensos y descensos y hasta metía la mano en algunos partidos, resolviendo a mi gusto los resultados. Todo era impecable. El paño de pana verde hacía de césped; marcaba las áreas y el círculo central con la tiza blanca que usaba papá en su laburo. Con cartulinas bordeaba la cancha simulando publicidad estática, con propagandas como Amargo Obrero o Cinzano. Las tribunas eran cartones pintados con siluetas de hinchas y que anclaba con libros de mi hermano, de forma que quedaran oblicuos como cualquier tribuna. La pelota era un bollito de papel blanco, que cada dos por tres caía al piso y era reemplazada por otra, que siempre tenía a mano para no perder tiempo. Los arcos me quedaron de un metegol pedorro que mi hermano ganó en una Kermese y que se hizo percha. El árbitro y los asistentes eran botones negros y la selección de mi país de fantasía la formaban once botones dorados, que mi padre colocaba en los uniformes de la Escuela de la Armada. Yo ponía y sacaba los técnicos de ese combinado y elegía a los jugadores, que eran mis ídolos, con nombres comunes que solo habitaban en mi imaginación. Relataba y comentaba los partidos, hacía entrevistas en la que yo preguntaba y al mismo tiempo respondía; tenía un amigo imaginario que me aconsejaba, pero en definitiva, hacía de mi campeonato lo que yo quería. Había un equipo al que odiaba y constantemente lo forzaba a perder, una tal Asociación Capillita. Eran unos botones marrones de diferentes diámetros que afeaban la prolijidad de mi juego. Cuando era un niño amaba a mi fútbol de ensueño y desde aquel mostrador de mi padre comencé a amar al fútbol real.
Fui creciendo y descubriendo que ese fútbol real de mi país fue manejado durante años por un hombre que lo ha estado jugando con botones, exactamente igual que yo cuando era pibe, en ese antiguo mostrador de mi viejo. Un hombre que arma los torneos y decide el número de ascensos y descensos como lo hacía antaño; y hasta me atrevería a decir que resuelve resultados de la misma forma que los concebía en mi niñez. Los árbitros ya no son botones negros, pero son operados por él de la misma forma que ese mocito los manejaba en su infancia. La estática de la cancha hoy corre el mismo destino que mis cartulinas pintadas. Ese hombre tiene su selección de botones dorados; remueve sus técnicos y decide quien juega y quién no. No posee amigos imaginarios, apela a laderos y a un par de hijos que le susurran al oído y a los que como yo lo hacía, casi nunca les da bola. No relata los partidos, pero cataloga muy bien a los periodistas que lo hacen. Finalmente, sus odiados botones marrones se van renovando constantemente, siempre y cuando desluzcan la prolijidad de su juego.
En los años de mi infancia un simple esparcimiento me elevó al rango de amo y señor. Un pequeño monarca de entrecasa que en su frondosa imaginación jamás pensó que la mecánica autoritaria de un inocente niño, se repetiría tres décadas después en un dirigente deportivo.

lunes, 25 de julio de 2011

PORCA MISERIA


Como hincha de Barracas Central tendría que estar contento por esta nueva diagramación de los torneos de AFA que hace que mi club ascienda, en caso de quedarse esta temporada en la B Metropolitana, una categoría más, ubicándose a un paso de la primera A. Un hecho que para un simpatizante que sigue a su club por cuatro décadas no deja de ser formidable e inédito. En verdad nunca viví este desenlace que tendría que hacerme feliz. Pero la felicidad siempre tiene un costo.
Recuerdo que en épocas de Menem pude viajar por primera vez en avión y llegué a cantar alabanzas hacia el riojano por la oportunidad otorgada. Poco tiempo después quedé sin trabajo y ni para el bondi tenía. La bienaventuranza de una época indefectiblemente nos ha llevado y nos llevará al abismo, si esa beatitud que en un tiempo me favorecía resulta ser contra natura.
Existen diferentes tipos de personas; están las que mandan y están las que obedecen. Desde luego que también hay distintos ideales de jefes, como a su vez ideales de empleados. De entre los regentes que ostentan una responsabilidad, hay un rango de individuos que a parte de la búsqueda del objetivo, se desvela por la acumulación del poder. Ese despliegue nocivo afecta a cada ámbito de nuestra vida cotidiana. El kapanga, el mandamás, el capatás, el líder, el don, el míster, el señor, son rótulos que exceden la caracterización del jefe nuestro de cada día.
Pero no existe el poder sin obediencia, sin sumisión, sin necesidad, sin desesperación y sin miedo. El poderoso se nutre de obsecuentes, de brazos armados y de mentes perversas con poder para influir, amenazar y presionar.
El poderoso no dialoga, no interpreta ni consensua. Al poder se lo vence con valentía, con unión, con inteligencia, con la razón y con la verdad. A veces al poder se lo demoniza, a veces no es tan malo como parece y es mas influenciable de lo que se supone. El poder cuenta con amigos del poder, con criterios propios, con juicios transparentes y silenciosos.
El fútbol argentino vive su hora más vergonzosa e impotente. Un momento desteñido de abusos, de decisiones unilaterales que afectan a muchos, a pobres de opinión, a menesterosos traficantes de silencios que alimentan una miseria que no tiene fin y que viene de lejos.
Llámese el manoseo de un nombre y un hombre con contrato, hasta el tiento de la historia de viejos logros, sumidos en un fango de intereses que logran desfigurar el ya desvirtuado mapa futbolero de promedios proteccionistas y promociones ventajosas.
Nos espera un país unido por el fútbol, por los negocios de la tele, los descensos que no lo son, los grandes que lo seguirán siendo sin peligro futuro y una bolsa de gatos que involucran sueños, esperanzas e injusticas, una legión de equipos de segunda jugando en primera y un futbol de primera jugando en segunda. Todo avalado por las víctimas del poder que siempre que tienen la oportunidad levantan la mano para avalar la miseria que los viene consumiendo. Se viene una época de crisis, de desconcierto y de resulados negativos que se verán tanto en la selección si no se cambia a tiempo como en la calidad de torneos, equipos y jugadores. Emparejaremos para abajo y nos iremos al tacho. Dios nos libre y nos guarde.
Tendría que estar contento por las ventajas que recibirá mi equipo de cara a la restructuración del fútbol, pero a veces el sentido común debe primar por sobre los intereses personales y grupales y esto incluye también a mi querido Barracas Central.

LOS PATAS DURAS TAMBIEN VAN AL CIELO


Existen diferentes modos de ver el fútbol. Infinidad de ojos y de criterios para evaluar y ponderar a un equipo, a sus corolarios y a sus rendimientos. Es por eso que este deporte es tan maravilloso. No nos extrañemos ver en el Olimpo futbolero a la Biblia o el calefón, a los héroes y a los villanos.
Se puede analizar al fútbol desde dos ópticas diferentes; desde el resultado o desde el juego y aún así el espectro de la polémica se abre hacia el infinito. Si pretendemos considerar el resultado como objetivo, caemos indefectiblemente en el facilismo y la chicana. Todo nos a servir para ganar, desde colgarnos del travesaño y contraatacar, hasta dibujar en el paño verde una lección de fútbol artesanal. Lo importante es que se gane, aunque la gamba de un rival vuele por los aires.
Pero el fútbol se puede desmenuzar desde lo táctico y estratégico. De igual manera vale para el caso del tiqui tiqui de un lírico, como las dos líneas de cuatro con dos puntas. Y el fútbol es tan generoso que ambas estrategias bien dirigidas pueden delinear a un campeón, llámese Barcelona o Inter.
En la Copa América que acaba de finalizar ha sucedido algo similar. Un equipo desteñido, violento, osco, práctico, motivado, inquieto, dinámico, limitado, solidario y afortunado como Uruguay se lleva el trofeo. Y con él una lluvia de halagos del espectro periodístico deportivo a favor de un trabajo serio, ya sea dirigencial como de su cuerpo técnico, tópicos necesarios para obtener los resultados, dándole al mono más de lo que el mono vale. Y de eso se trata el fútbol, de resultados, mismos que de no ser por la mala puntería del jugador de Gana en el mundial de Sudáfrica se hubiese echado por la borda. Y a partir de allí no abría técnico, dirigentes, jugadores estrellas, ni resultados y mucho menos preseas en el país vecino. Pero la fortuna a veces alcanza a los pobres y le da vida.
En Sudáfrica a Uruguay no le alcanzó para ganarle a Holanda y Uruguay, pero en esta Copa América, lo poco que propuso le fue suficiente. Todos sabemos que en estos torneos internacionales absurdos no hay que ganar partidos, sino resolverlos y Uruguay los ha resuelto a expensas de la suerte y de rivales en formación, en crisis o en decadencia. Y lo que no le fue suficiente en Sudáfrica, en América le alcanzó, ya sea frente a Argentina con fortuna y por penales, al miedo escénico de Perú y a la sombra de un Paraguay plagado de lesionados y suspendidos.
Con muy poco en la cancha, un par de centros, juego brusco, espacios reducidos, caras de malo y dos de delantero rapiditos y efectivos, que en Europa son cuatro de copa a nivel clubes, pero en América son Gardel, a los charrúas le fue suficiente para mojar luego de tantos años de sequía, de la sequedad propia de los que practicaron durante años un futbol primitivo y utilitario.
El fútbol es un deporte hermoso entre otras cosas porque el sapo se puede transformar en príncipe y once patas duras, muy de vez en cuando, pueden alcanzar la gloria y ascender al cielo.

jueves, 21 de julio de 2011

DE QUE SIRVE UN DT DE SELECCIÓN


Yo me pregunto para qué quieres tener de forma permanente un director técnico de selección de fútbol. De nada sirve escogerlo, hacerle firmar un contrato por cuatro años, una especie de compromiso hasta el final de una eliminatoria con posibilidad de ampliarlo hasta el mundial en caso de clasificación. De nada sirve apostar a una continuidad a favor de la seriedad de trabajo que esto conlleva. Porqué tendríamos que apostar a un estratega, a un seleccionador que viaje permanentemente al viejo mundo para hablar con los jugadores, que tenga una oficina en AFA, que se rodee de un cuerpo de colaboradores numerosos, que planifique, que busque lugares de concentración, que plantee amistosos con los de afuera o con los de adentro, y que éstos sean disputados en River Plate o jugados como parte de una suerte de periplo federal por el interior del país, para que los argentos podamos ver a nuestros ídolos en vivo.
Porque cautivar a un hombre por cuatro años a estar concentrado únicamente en un proyecto futbolístico, que tiene como disparador esporádico encuentros y giras, no copiando el ejemplo del básketball, cuyo entrenador puede trabajar en otro club en tanto y en cuanto no figuren compromisos con la selección nacional de ese deporte.
Porque los contratos no respetan objetivos más cortos en el tiempo so pena de ser considerados poco serios y especulativos. Un técnico de selección es el representante de millones de técnicos, que no son otra cosa que los millones de aficionados a esta práctica y que deambulan por cada rincón del país. Porqué soportar la figura de un manager que no se sabe a qué juega o depender de la decisión de Grondona o el consejo de sus hijos o el trabajo de una poco clara comisión de dirigentes para determinar al candidato, que dicho sea de paso, últimamente no ha tenido los pergaminos suficientes para el puesto en cuestión.
Para que toda esta movida si a la larga resultará en vano. En vano pues los antojadizos, injustos, previsibles, facilistas y esquemáticos dibujos de los torneos internacionales desembocan en finalistas sorprendentes, afortunados o especuladores. En vano pues de nada vale hacer viajar a las súper estrellas a nuestro país, suponiendo que buenos jugadores hacen buenos equipos, cuando sabemos que esto no es así. En vano porque se alimenta una guerra retórica y de estilos, con connotaciones históricas, dándole al técnico un poder sobre los resultados, el grupo y el logro, mismo que resulta ser una falaz injusticia.
Para que un técnico de selección cuando de pronto un equipo llega a la final sin ganar partidos, salvado por un arquero en los penales o por los remates que pegaron en tus propios maderos. Porque un técnico de selección si te pueden echar de una contienda sin haber perdido un partido, por haber errado penales en resoluciones por más que no se quiera, azarosas o una bombeada arbitral. Porqué si aún jugando bien, casi siempre por un motivo u otro quedas eliminado, con nuestras figuras desvalorizadas, con nuestro estilo futbolístico en tela de juicio y con una AFA en crisis permanente y en hipótesis de conflicto con los de adentro y con los buitres de afuera.
Sirve todo esto, tener en vilo a un país por una infinidad de amistosos, probando uno y otro jugador que de seguro nunca llegarán al evento importante, por el solo hecho de justificarse en el puesto y hacer algo en consecuencia para demostrarnos que se está trabajando. Sirve las convocatorias injustas y antojadizas, los puestos no cubiertos, los trabajos de inferiores, sub 20, sub 17, que a pesar de sus títulos obtenidos, nunca han mostrado sus logros en función del equipo mayor, salvo la gestación de figuras individuales.
Me pregunto, si no es mejor colocar a un seleccionador un mes antes de la contienda mundial, las eliminatorias o el amistoso; sí, al que está mejor por ese entonces, al ganador, al que la tenga clara, el profesional que no tenga que dejar su proyecto personal, ni su actualidad como técnico y que evalúe a quienes están en condiciones para el compromiso, dejando de lado esa práctica recurrente y frustrante de convocar a un reclutador de amigos, compadres, secuaces y cómplices futboleros, para armar una seudo familia por cuatro años, deficitaria, improcedente, onerosa e ineficiente. De qué sirve tanta formalidad inútil para elegir a un técnico de selección, si en cada fracaso su trabajo habrá sido al divino botón.

miércoles, 20 de julio de 2011

LUCAS BARRIOS EN BARRACAS CENTRAL


Este es el testimonio que muestra al jugador argentino nacionalizado paraguayo Lucas Barrios vistiendo la camiseta de Barracas Central. Una data que los periodistas de la televisión desconocieron. Gracias por esta revelación a los muchachos de A LA CARGA BARRACAS. Gracias al derecho de formación gestionado ante la FIFA, Barracas Central pudo construir su platea, los palcos y la confitería.

20 de Julio - DIA DEL AMIGO

lunes, 18 de julio de 2011

AMERICA DESUNIDA


Por Dios, basta de estos torneos ecuménicos con formatos de campeonatos de tenis. Hay que dejar de lado el componente marketinero que envuelve al fútbol y que lo circunscribe zonalmente, parcializando y relativizando sus resultados, con el consiguiente desenlace plagado de injusticia, eventualidad, sorpresa, especulación y casualidad.
Démosle un marco un poco más serio a las copas continentales, que dicho sea de paso se juegan cada cuatro años y merecen un poco más de respeto, dedicación, tiempo de confrontación y un dibujo más real que priorice el deporte por encima de los negocios, los espacios, las vacaciones y los derechos televisivos
Las Federaciones de fútbol, como las Confederaciones y la misma FIFA, apuntan en estos tipos de eventos a dos palabras que son más que sustanciales y garpan a la hora de contar billetes, como son el Patriotismo y el Dramatismo. Pareciera ser que sin esos dos componentes no existe un torneo de fútbol viable a nivel internacional.
Que la Copa América se llame de tal forma y que solamente participen los escasos equipos afiliados a la Conmebol o Confederación Sudamericana de Fútbol, más un par de invitados para completar el draft, es y fue un verdadero disparate que viene siendo interpretado por años de disputa. Nuestro fútbol continental amerita hoy por hoy un nuevo carácter de contienda zonal que involucre a todos los equipos del continente; con esto quiero decir a todos, mismos que no llegan superar las 32 representaciones que habitualmente amenizan un mundial.
Estos arreglos lograrían jerarquizar la Copa y ser prenda de unión entre ambas Confederaciones americanas, amén de revalorizar aspectos que tienen que ver con el desarrollo futbolístico de los países participantes y unir la región con el consiguiente beneficio turístico y económico que esto resulta.
Reformar un estadio para jugar dos partidos es un disparate inadmisible y con consecuencias económicas irreversibles. Aceptar que un país presente una sub 23 o seguir definiendo ciertos partidos claves por penales o con alargues, solo colabora para disminuir la categoría del campeón, la valuación de los jugadores, el ánimo de un país y la seriedad de los organizadores de cara a futuros emprendimientos. Debe primar en una definición los puntos, los goles afavor, los goles en contra y hasta las amonestaciones o expulsiones y no depender de la jornada heróica de un arquero o la bendición de un poste o un travezaño.
Es imperiosa una reestructuración de la Copa América en función de futuro, no para que sirva como banco de prueba para las eliminatorias, sino para que su ganador clasifique al mundial y sea el monarca americano sin discusión por los siguientes cuatro años. Servirá además, para que el país organizador se vea favorecido por una demanda turística en serio, junto a ese aluvión de simpatizantes que de seguro asistirán cuando la cosa pinta importante.
Aguardo que el sueño de los prohombres americanos que habla de la unidad de un continente, no quede solo en los libros de historia y que el fútbol tome ese testimonio y lo ponga en práctica para las futuras generaciones, aunque más no sea por el bien de este deporte.

domingo, 17 de julio de 2011

AMERICA LATINA Y MARADONA… FELICES..!!!


Argentina eliminada de su propia Copa América en cuartos de final por Uruguay bajo la ejecución de penales. Este es el titular de portada de gran parte de los diarios y revistas del mundo y de cuanto medio periodístico deportivo habite en la tierra. Desde el 1993 que los argentinos no levantan este trofeo y si bien la importancia del evento es relativa, el hecho de jugar en casa, con el mejor jugador del mundo de nuestro lado, es presión suficiente para tratar de ganarla, dejar a un país contento y recuperar el prestigio que estamos perdiendo a fuerza de no ganar nada por años, esto a pesar de contar con los mejores jugadores del universo infinito y más allá.
La derrota y eliminación de Argentina seguramente ha llenado de satisfacción a decenas de pueblos de la órbita latina, quienes nos ven como el rival a vencer, como sujetos despreciables y verdaderas basuras deportivas a las que hay que aniquilar. Seguramente aflorarán en los diarios hispanos parlantes los titulares más siniestros, nefastos y catastróficos sobre el destino y la actualidad de nuestra selección. Es probable que hagan leña del árbol caído países que nunca figuraron en un podio futbolero, pero el solo hecho de ver afuera a Messi y sus amigos de esta justa continental, es suficiente motivo para esbozar una sonrisa irónica, una burla de mal gusto y el regocijo por el sufrimiento del hincha local, que ve como queda eliminado prematuramente de su propia fiesta.
Otro que se debe estar pegando una panzada es Maradona, pues el equipo del dueño del serrucho que lo ajustició de su cargo de DT, fracasó en la primera contienda por los puntos.
Muere la Argentina futbolística y lo hace en el cementerio de los elefantes, en la cancha de Colón, en Santa Fe, donde jugamos los dos partidos más frustrantes de esta copa. Un grupo, Uruguay, venció a un equipo, la Argentina, que si bien tuvo pasajes de buen fútbol, fue superado por un conjunto que no se amilanó tras la expulsión tardía del asesino serial de Diego Pérez, quien tendría que haber sido rajado luego del primer foul del partido.
El triunfo oriental fue legítimo. Su juego se basó en lo que viene haciendo por años con éxitos dispares; líneas cerradas, poco espacio, marcas férreas y delanteros verticales, lo de siempre y con esa manía que tienen de disputar cada pelota como la última, cagándote a patadas como un método sistemático y visceral, poniendo cara de malo en cada acción, prepeando, buscando roña o gesticulando cierto perjuicio arbitral como método de supervivencia, donde lo bonito y vistoso pasa a segundo plano. Un estilo que más de un periodista boludo ha rotulado por años como garra uruguaya.
Lo de Argentina fue pobre; Messi más diez y con eso no basta. Cada jugador haciendo su propio partido, individualista, como queriendo rajarle a sus compañeros en cada posesión de la pelota. Los de Europa no nos salvan, todo es zanata, gloria foránea intransferible, lauros privados sin patria, falta de estilo, ausencia de actitud, abulia, desencanto, tristeza. Un técnico incapaz y la idea de que seguimos teniendo los mejores jugadores del mundo.
Los argentinos zozobramos por más de dos horas frente a la tele observando a nuestra terrorífica defensa, pifiando, bartoleando, pegando de más, perdiendo marcas y siendo superada en la cancha de arriba. No importan los nombre, la gente ya los conoce, próceres de una generación frustrada que sobrevivió a fuerza de logros en sus clubes europeos. Poco y nada, como siempre, como desde hace años, ganando solo partidos, con pena y sin gloria. Durante años nos preocupamos a quien poner adelante y no le dimos bolas a los que jugaban atras y en Santa Fe la historia nos pasó la factura.
Desconozco lo que vendrá, pero la actuación Argentina en la copa fue vergonzosa y abre el debate de la toma de un nuevo rumbo, con un nuevo y capacitado técnico y la convocatoria, formación y crecimiento de hombres del ámbito local para disputar las próximas eliminatorias. Europa deberá ser una reserva para colocar lo que nos falta y no una usina de estrellitas millonarias que se exhiben en un campo de juego, en lugar de competir por una gloria, que casi nunca pasa por la aduana de Ezeiza.

jueves, 14 de julio de 2011

EL HIMNO DE LA DISCORDIA


Yo me pregunto cuales son las claves del patriotismo..?. Cuáles son las muestras que un ciudadano debe dar para demostrar y demostrarse su profundo amor por la patria. Quizás no baste con el merchandising oficial que me propone el uso y abuso de una bandera, una escarapela, un escudo en la solapa, un gorro o una cara pintada con la pilcha al tono. Tal vez no sea suficiente el pregonar a los cuatro vientos nuestra condición de patriotas, vivando o dando loas al país adorado en cuanta ocasión se cuadre, ya sea en un acto festivo, colegial, político o deportivo.
La entonación del himno argentino ha sido para mí un hecho de suma incomodidad en épocas de estudiante en el colegio primario. Me daba una vergüenza bárbara que los de mi alrededor me vieran cantar y desde luego desafinar las tan solemnes estrofas. Desde luego que en esos tiempos la mímica era la mejor arma que contaba para pasar el momento. El servicio militar me toma en una época desagradable para la Argentina, en la que todo se hacía a los gritos; se daban órdenes a los gritos, se respondía a los gritos, en años donde otros gritos fueron acallados por el silencio y por el miedo. Allí en el cuartel el himno se cantaba a los gritos. Para ese entonces pensaba que la Patria era solamente la familia y nada más, y que no salía de ese entorno por nada del mundo. Para mí la Patria eran mis viejos, mi hermano, mis primos, mis tíos y que los demás se caguen.
Con el correr de la vida me fui dando cuenta que la Patria es más que un canto, que un trapo, que un grito, que un rótulo. La Patria es como una madre, son dos manos que te cobijan, es un manto que nos cubre. La Patria era un bendición a la que había que honrar y por ese entonces sentí la necesidad de honrarla siendo simplemente un buen tipo, solidario, participativo, honesto, buen padre y buen hijo, solo eso me era suficiente. Pensé que laburando decentemente podía servirla y que todo lo demás era todo lo de menos. Y así crecí en este suelo argentino, haciendo Patria a cada hora, en cada momento de mi vida, en cada latido y en cada suspiro que Dios me regalaba.
A partir de allí noté que el himno era un canto que me unía a mis hermanos, pero solo era eso, un canto. Al ver izar mi bandera, ante un día patriótico, ante un busto, un héroe, un logro o una conmemoración, mi pecho se inflaba de orgullo, del mismo orgullo que tenemos todos los hombres de todos países de este mundo, cuando afloran los colores nacionales y su música se eleva eterna e inmortal.
Para cantar un himno debemos ubicarnos en el contexto donde se entona, el ámbito y la circunstancia. No siempre un encuentro cultural o deportivo entre países amerita tamaña demostración de lealtad. Tal es el caso del fútbol o de los deportes en general. Desde que el mundo es mundo, ya sea en un mundial como en los juegos olímpicos, la entonación de los himnos figuran como un canto a la conquista, la disciplina y la competencia. El portar la bandera, el verla flamear y entonar la canción patria es algo más que obligatorio, imperativo e inexcusable. Una verdadera falacia y un disfraz puramente de mercado o de márketing que le dicen, solo para captar el orgullo de desprevenidos actores.
El que un deportista entone el himno de su país en un evento deportivo, no es otra cosa que desvirtuar el verdadero objetivo de una canción patria y más grave aún, es que una afición chauvinista se lo exija como un condición inquebrantable.
El pretender poner en tela de juicio la calidad de argentino por su vocalización, por su enjundia, por sus rictus, por sus lágrimas, por sus gestos y por su emoción, es el hecho más miserable, dramático y descalificador que como compatriotas podamos demostrar. Cada uno expresa su sentimiento como le plazca y eso es extremadamente respetable para mí, hasta diría sagrado, como quien expresa a su modo la fe o su religión. Esas demostraciones no son negociables.
En definitiva y para terminar, me sigo preguntando cuales son las claves del patriotismo..?. A mi modo ver, de la única forma que se hace patria, es con una buena dosis de trabajo, humildad, sacrificio y ese silencio y transparencia que durante generaciones nos transmitieron los grandes de mi país, los anónimos y los famosos, los próceres y los mortales del día a día de esta bendita Argentina, que a veces ante la entonación de su himno, se queda muda.

martes, 12 de julio de 2011

ONCE CONITOS COLORADOS


Consultando el diccionario sobre el prefijo SUB, el mata burros me lo describe como ¨bajo¨ o ¨debajo de ¨. Desde luego esto es en alusión a un rótulo usado en nuestro fútbol moderno y que se refiere a la conformación de las selecciones menores en las disputas de los distintos torneos internacionales. En ingles lo tenemos como UNDER y le continúa un número que no es otra cosa que la edad máxima permitida para alistarse en los planteles en cuestión. La Sub 17, la sub 20 o la sub 23, se refieren expresamente a las selecciones de fútbol con jugadores menores a las etiquetas mencionadas.
La Copa América que se disputa en la Argentina tiene el triste privilegio de contar con dos selecciones invitadas, que por un motivo u otro, nos regalaron delegaciones conformadas con jugadores mayoritariamente de la Sub 23, lo que a la postre no hace otra cosa que boicotear el nivel y la excelencia de un encuentro continental de jerarquía que se disputa cada cuatro años. Una suerte de desaire a la generosa propuesta de la Conmebol de hacer participar a seleccionados de otra órbita a Sudamérica, con el afán de jerarquizar el evento.
México y Costa Rica se cagaron en el invite y como para sacarse el compromiso de encima mandaron a los pibes, mechados con dos o tres grandotes para solventar los compromisos. Y así les está yendo en el torneo. Lo más triste de todo es el verdugueo de sus parcialidades, que uno puede notar en las redes sociales, en donde se fortalecen y agrandan ante el hipotético caso de que sus selecciones jueguen con los titulares, minimizando, amenazando y pergeñando resultados negativos, hacia los boludos de América del Sur que presentaron todas sus figuras.
En la noche de Córdoba, la Argentina enfrentó a un disminuido equipo costarricense, formado por jóvenes semi profesionales, que se tuvieron que debatir con los astros argentinos, que si bien no estaban dando pie con bola en la copa, era de suponer que los iban a pasar por encima. Y esto fue lo que aconteció, con un tres a cero mentiroso, que terminó agrandando a la selección de Batista y potenciando jugadores que no estaban jugando en su nivel.
De Argentina, solo decir que nos peleamos tratando de conformar la mejor delantera y nos olvidamos de hablar de la defensa, que comete errores y desaciertos. Los centrales dejan claros, le pifian a las marcas, les ganan en velocidad y las espaldas y les cabecean en la cancha de arriba. Los laterales con deslices y yerros no brindan seguridad por las puntas y temo que frente a rivales de fuste, nos lastimen como casi lo ha hecho Colombia en Santa Fé.
Sin ánimo de ofender jugamos frente a conitos colorados, al que pasamos como poste caído, que no marcaban, que no cerraba, que no achicaban y que no podían dar dos pases seguidos; una joda de partido, una broma, un chiste. Que no nos suba el triunfo en la cabeza. Sepamos leer el encuentro, el resultado, los rendimientos y el sistema. Somos vulnerables y estamos a tiempo. Dejemos los conitos en paz, el próximo sábado tendremos frente a nosotros a jugadores de fútbol y esto va en serio.

lunes, 11 de julio de 2011

UN HIJO DE LA CIUDAD


Y se votó en la Ciudad de Buenos Aires; los porteños votamos a nuestro Jefe de Gobierno, a nuestro Intendente o a nuestro Major, como más prefieran. Se votó como vota siempre la Capital de los argentinos, con su espíritu anti popular y burgués. Se voto por el Shopping, por el country, por el celular de última generación, por el Ipad o el Blackwerry, por el auto importado, el puesto laboral de elite, el chalecito y los viajes al exterior, con ese soplo dulcemente conservador tan característico en ellos. Se votó por un candidato limpio y lindo, bien vestido, supuestamente culto, agradable a la vista y sensible a la problemática de la ciudad. Buenos Aires siempre vota con ese aire de superioridad característico hacia otras ciudades del país, con ese halito unitario, despreciativo, discriminador y hasta ofensivo, que suelen reconocer con desagrado nuestros compatriotas del resto del país. El ciudadano de Buenos Aires nunca elige a los que dicen representar a los morochos, a los negros, a los humildes, a los villeros, a los laburantes. La gente siempre vota por estética, por solvencia, en este caso contra Cristina y su Frente para La Victoria, los movimientos sociales de izquierda y los partidos de centro izquierda (surdaje que le dicen). La gente vota por sugerencia de los medios o las cadenas de noticas, que nos dicen lo que tenemos que hacer con nuestras boletas, pues nos presentan dos o tres candidatos naturales y al resto no les dan bola. La gente vota por la inexistente o decadente clase media, por una tácita educación y pulcritud de proyectos, candidatos, prontuarios, por la imagen y esa aparente decencia que suelen tener los de piel bien blanca. Yo diría una suerte de conducta social recurrente que se percibe y se proyecta tristemente en muchas ciudades de América Latina.
Ganó Macri por amplio margen y con él ganó la derecha, la gestión, el ex presidente de Boca Juniors, el yupi, el haragán; con él ganó la ribera norte de la ciudad, la falta de memoria de sus habitantes, los sitios pudientes y obsecuentes a las palabras tradición y propiedad. Ganó el representante de un sector camaleónico, que un buen día aplaude a un milico y que otro día apuesta a su propia y particular democracia, de billeteras llenas y sin vestigios de vecinos pobres, de okupas, de piqueteros, de indigentes o de harapientos y ocasionales transeúntes. Triunfó aquel que se asocia con ciertas corporaciones, que no debate (salvo en TN), que ha gobernado en un primer período pensando más en la Rosada que en su ciudad. Venció el gran recaudador, el que de la carencia o necesidad veía un negocio, el de las multas fotográficas, el de su policía de bolsillo, el de las obras públicas dirigidas a sus amigos, sin planificación previa, tan solo por el siempre hecho de haberlas vistos en otro país en el marco de sus permanentes viajes vacacionales, el de la prueba-error. El fashion, el light, el victimizado, perseguido y no comprendido gobernante, el niño patricio que va al programa de Susana de la mano de su distinguida esposa embarazada, mostrando su felicidad como parte de la campaña pre electoral, como el bocado de la comidilla cholula y farandulezca. Aquel que no tuvo poder tan siquiera para sacar una carpa de una plaza, el de las escuchas telefónicas, el de su prosapia amoral, el sospechado de todo, que como todos los ricachones en mi querido país, siempre caen parado como los gatos. Lo cierto es que la gente de Capital vota sistemáticamente por él o eventualmente por la Carrió, que dicho sea de paso es más o menos lo mismo, pero con menos glamour.
Casi seguro estaremos soportando cuatro años más a un político sin raza, a un empresario que se sube a los hombros de la gestión pública para promover sus negocios privados, cuatro años más de un persistente candidato a presidente, el que de seguro ha de pelearse a muerte con el oficialismo y en esa pelea, estaremos nosotros, los pobres, cayendo derrotados.
Cuanto nos cuesta mantener la democracia en Argentina y como la cascoteamos con nuestros votos, con nuestros puntos de vistas y con nuestra confianza proyectada a intereses egoístas y escasamente comunitarios. Que pobre somos los argentinos, que civilmente deshonestos con nosotros mismos.
Macri se apoderó nuevamente de nuestra ciudad, de nuestros sueños, de nuestros aportes y es seguro que recaudará a más no poder por nuestros errores, por nuestras propiedades e inversiones y por nuestros sueños. Son cuatro años más de una Ciudad de Buenos Aires anárquica de autos, sin disciplina, sin seguridad, sin limpieza, litigiando con sindicatos, con estudiantes, con el gobierno y con los sin techo. Cuatro años sin equidad y subordinada a los designios de un gran señor, de un ciudadano con menos calle que Venecia, de un legítimo gobernante, que al igual que sus compañeritos PRO han sido elegidos por su distinguida clientela social. Cuatro años más de un político ejemplar, de los que solo lucen impecables en una triste y brillante gigantografía en la vía pública.

jueves, 7 de julio de 2011

SOMOS LOS MEJORES DEL MUNDO


Luego de haber transitado más de medio siglo de vida, de haber viajado, de haberme comunicado con la gente de aquí y de allá, con el turista, el extranjero que nos visita, el forastero que labura en mi país, el inmigrante nostalgioso, crítico e impiadoso; luego de años chamuyando, dándole al pico por teléfono, celular, face to face o chateando en la computadora, en las redes sociales y en los portales de opinión, he notado un odio visceral, un desprecio notable, un sistemático rencor y antipatía por todo lo que tenga que ver con la Argentina y lo argentino. Hace años que boca a boca, por referencias o por los medios vengo soportando una agresión sin armas, sin puños, solo con la lengua, la opinión, la sentencia y el veredicto, de quienes ven a la Argentina y al argentino como un ser pedante, engreído, fanfarrón, corrupto, vanidoso, mentiroso, tramposo, ladrón, charlatán, agrandado, etc. Un juicio a la distancia que se fue propagando de padres a hijos, entre hermanos y vecinos, entre estadistas y políticos, entre empresarios y entre compadres y compatriotas.
Confieso que cuando era pibe me dolía, me ofendía y hasta reaccionaba con cierta violencia verbal hacia el agresor. Con los años me fui dando cuenta que los argentinos cosechamos lo que sembramos y todo no es otra cosa que la respuesta a una conducta social y política servida hacia el extranjero, ya sea en casa o de visita, poniendo de esta forma una parcial explicación a tan notorio descrédito y encono hacia mi país y su gente. Los que viajamos lo hemos sufrido en nuestras vacaciones fuera del país o en las estancias laborales o familiares que hayamos vivido en cualquier país del extranjero.
Ya de grande y harto de tanto resentimiento esgrimido por el simple hecho de ser argentino y sin conocer a fondo la idiosincrasia rioplatense, esa vergüenza, impotencia y bronca interior se fue transformando en odio, antipatía y aversión hacia la crítica foránea . Una suerte de boomerang cuyo sentimiento se afianza en la idea de ver de dónde viene la piedra, la bala, el veneno.
La mayoría de los países que nos atacan no tienen autoridad para hacerlo, ni su gente, ni su gobierno, ni su historia, ni su actualidad. Nadie sale limpio de sus pecados y de sus miserias y suena injusto recibir de ellos injurias, insultos y ofensas, que no son otra cosa que arrestos que nacen de sociedades primitivas, resentidas y maniáticas, y que se esconden detrás de un torneo de fútbol, de un encuentro político o social, como de una guerra. Todo esto lo he notado mucho en países de ibero América.
En oportunidad de la Copa América, he leído epítetos agraviantes sobre mi país en las redes sociales y en comentarios periodísticos ,que a mi edad no han hecho otra cosa que potencia mi idea de que el argentino y la mismísima Argentina, con todos sus defectos, sus carencias, sus mentiras y enemigos enquistados, sus gobiernos tramposos y depredadores, su violencia inducida, sus pequeñas y grandes injusticias y nuestra forma de ser pedantes, fatuos y pretenciosos, es el mejor país del mundo. Y no lo digo yo, lo dicen nuestras glorias en las ciencias, en el deporte y en las artes. Ganamos y perdemos, triunfamos y fracasamos y siempre vamos para adelante. Tenemos protagonismo y ese protagonismo es suficiente para plantar la semilla de la envidia, especialmente en determinados sectores de la región que ven a un país periférico como el nuestro esgrimir a sus héroes con orgullo. Mi Argentina no es solamente Fangio, Messi, Maradona, Ginobili, Perón, DiStefano, Evita, Leloir, los combtientes de Malvinas, mi Argentina es mi vecino, mi viejo, mis amigos, mi querido Barracas Central. Mi Argentina es mi familia, mis hijos y yo mismo, un taxista que escribe en un blog deportivo.
Porque un país grande hace abstracción de conductas coyunturales, un país grande lo construye su gente, la misma que es vituperada por la gilada de afuera, esa gilada que a pesar de todo ve como en en mi país se les abre las puertas, se las educa y se las cuida; a ellas y a sus hijos y a los hijos de sus hijos, como si fuesen propios.
Soy argentino, soy pedante, engreído, fanfarrón, vanidoso, mentiroso, charlatán y agrandado. Y a pesar de las críticas y los embates del mediocre, somos como somos,somos más que un resultado deportivo, que una opinión, que una estética, que una política, que una visión, que una deuda o una ilusión, SOMOS LOS MEJORES DEL MUNDO.