miércoles, 31 de agosto de 2011
SEGUIS ATADO DE PIES Y MANOS…?
Cualquiera te viola, te secuestra, te mata, te roba, te estafa, te miente, te usa, te despoja la vida, te prostituye, te explota. Cualquiera te pasa factura de la peor manera, te corta boleto, te ajusta cuentas, se venga, te agrede, te faja, te patotea, te lastima, te daña. Cualquiera se apropia de un pibe, te lo enfiesta y te lo mata; te roba una hija y te la transforma en saunera y vos ni enterado. Cualquiera le vende frula a tu hijo, te lo droga, te lo intoxica y te lo arruina. Cualquiera te habilita un lugar y luego te quemas vivo en él sin que medie responsable. Cualquiera asesina y viola turistas o te vuela por el aire a través de una bomba colocada por los de adentro con la guita y la autoría intelectual de los de afuera. Cualquiera te afana un auto y te pega un tiro en el balero, te roba la carga en la ruta, te chorea un sueldo en una salidera, te punga, te amenaza desde la cárcel, te aprieta por un voto, por un grito, por una bandera. Cualquiera te mata en una cancha, en un restaurante, en la propia calle, cualquiera te pasa por encima con un auto y no te paga. Cualquiera te agrede de palabra tan solo por mirarlo fijo, solo por eso, cualquiera te liquida con remedios adulterados. Cualquiera en el uso de su poder gatilla fácil o te planta falopa. Cualquiera para tapar culpas y negociados te transforma en víctima o en perejil. Cualquiera te pide rescate, te acosa, te acuesta y te reta.
Esta es la Argentina del cualquiera, de la impunidad, del abuso de autoridad, de las sombras, de la hipocresía, de las injusticias, de la saraza oficial y de la zanata opositora. Esta es la Argentina de los derechos humanos politizados y unilaterales, de la violencia de la palabra, la violencia como negocio y de la palabra violencia. La Argentina del yo no fui, de la desmemoria, de los intereses poderosos, de los corruptos, de los monjes negros, de los funcionarios y políticos con cara de crápula y para nada santos, aquellos que nunca pagan la cuenta y de los inocentes que pagan la cuenta de los otros.
Esta es la Argentina sangrienta, sanguinaria, que no respeta criaturas, que se caga en la gente, en las marchas, en los pedidos, en la justicia y en los inocentes. Es la Argentina de las mafias enquistadas que le chupa un huevo la vida humana, aquellos artesanos de la muerte que te la presentan glamorosas, originales, siniestras, impactantes, oportunas e intrigantes. En la Provincia de Buenos Aires tenes mafias para todos los gustos; del oro, del pan, de la carne, piratas del asfalto, desarmaderos, prostíbulos, de los remedios,del juego clandestino, tráfico de armas, truchaje de primeras marcas, etc etc, etc.
Esta es la Argentina de la piba Candela o de la joven Cash y la de tantos otros que faltan de su casa, que se los afanaron delante de las narices de sus familiares y que no volvieron. Esa Argentina que a pesar de todo sigue distraída detrás de un discurso armado con fanaticada y banderas incluidas o de una oposición mediática que todo lo ve mal. Como ven, por un lado la sensación de inseguridad y por el otro la guerra civil. Esta es la Argentina que tiene un Estado delictivo, una Patria dentro de otra Patria y a la que nadie quiere combatir; de la inacción policial que hace que a los Pomar los encuentre un obrero, a Candela una cartonera y que a un helicóptero no se lo haya encontrado jamás.
No hemos aprendido nada del pasado, del dolor, de lo injusto. Estamos desprotegidos por una red de inútiles en un país donde la inseguridad es negocio, como lo es la impunidad. Donde el discurso, el dibujo, y la mentira tapa todo y todo lo justifica. En un país donde el responsable siempre es el otro y uno, querido amigo, que quiere que le diga, está atado de pies y manos, casualmente como le pasa al gobernador Scioli.
No aprendimos nada y no aprenderemos, porque en el caso Candela, sus siniestros e inhumanos asesinos se cagaron en la solidaridad de la gente, en su convocatoria, en el compromiso de los famosos, en los derechos del menor, en los derechos de la inocencia y en los de los inocentes, en aquellos derechos humanos, que seguro ellos han de esgrimir, solicitar y excigir cuando se los detenga y vayan en cana. Vivimos en una cultura de malandras, en un país de transeros sin códigos, ni limites de codicia y voracidad. Valió más una deuda, doscientas lucas, la venganza, el ajuste de cuentas, el mensaje, que la vida una piba inocente.
Este hecho indignante, inexplicable y brutal hacia una criatura de 11 años y en contra del clamor popular por su liberación, cambia el mapa social que el ciudadano tiene sobre los derechos humanos y la aplicación de penas, especialmente la de muerte que será exigida para los responsables de esta masacre a un ángel y me atrevería a decir que modificará sobremanera los porcentajes electorales cochechados para las elecciones de octubre. Si bien es cierto que nadie puede quitarle la vida al hombre, de acuerdo al tan mentado postulado religioso que afirma que solo Dios es el dueño de la vida y la muerte, y que no es políticamente correcto que un ciudadano civilizado pida la pena de muerte en una sistema democrático, como una forma de hacer justicia, también es cierto que el cráneo de una criatura masacrado a golpes, el intento de asfixia, el sufrimiento, el tormento, el maltrato psíquico y físico y la posterior muerte y abandono en una bolsa de residuos hecho por estos animales, no solo merecen el peor de los flagelos ejemplificadores, sino además pone en duda la existencia del mismísimo Dios . Es por eso amigos progresistas, entidades de derechos humanos, a bancarse el debate. Me asiste el derecho de humano imperfecto que soy, a pedir que les quiten la vida a estas basuras humanas, como quien extermina a un insecto. De algo estoy seguro, los animales jamás actuarían de la forma que ejecutaron su obra estos criminales, lo que los ubica en una nivel inferior en la escala evolutiva.
Esta es la Argentina, mi Argentina. Pero hoy por primera vez en la vida me avergoncé de vivir en este suelo, de ser argentino, de pertenecer a la raza humana y de tener compatriotas miserables, repudiables animales sociales que no tendrán jamás perdón de Dios. Hoy fui infeliz. Los que tenemos hijos sabemos lo que significa esta bendición que te da la vida y lo dramánitco que es que los padres sobrevivan a ellos. No es más triste porque es Candela, es muy triste que apareció el cadáver de un chico en un baldío y punto, independientemente de las cagadas de sus padres. La inseguridad es una realidad que el propio gobierno inexplicablemente ignora, apoyado en el convencimiento de sus convicciones garantistas, y este ninguneo, desinterés, incomodidad o conveniencia, hace que cada víctima de un hecho delictivo muera o sucumba dos veces.
Ahora como se les explica a los chicos de la edad de Candela lo que ha sucedido, como le explico a mi hija que tiene 11 años y pregunta y pregunta mientras mira y re mira las imágenes de una televisión, la que se regodea con el hecho. Que país le dejamos a ellos.
Por ocho días, Candela fue un poco mi hija y la hija de todos los argentinos, incluso de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, creo. Que Candela descanse en paz, consuelo para sus familiares y que jamás vuelva a haber una Candela a lo largo y a lo ancho de este bendito país. Perdonalos Candela, ellos tampoco sabían lo que hacían. Amén
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