domingo, 5 de junio de 2011

ESE MALDITO RELOJ


Un viejo dicho del fútbol da cuenta que los partidos duran 90 minutos. Pero sucede que para Barracas Central en este increíble torneo de la B metropolitana, cada encuentro ha durado mucho más, yo diría una eternidad. Las definiciones clavadas en los tiempos de descuento o como le gusta decir a Marcelo Araujo, en el tiempo recuperado, nos ha dado muchos dolores de cabeza y nos restado valiosos puntos.
Cabe mencionar los tristemente recordados compromisos frente a Los Andes, con su empate sobre la hora, la derrota de local frente a Almagro cuando el partidos se moría. Además el empate en Olavarría y Luna frente a un pálido Tristán Suarez en la última jugada que el árbitro les regaló a la visita y las más recientes, las dos caídas seguidas en el epílogo del campeonato, frente a Sarmiento en nuestra casa y al Flandria de Rondina, en Jáuregui.
Un Karma del que no hemos podido desprendernos en 42 fechas y que contrarresta con el máximo logro barraqueño con el testazo de Carlitos Salon en Atlanta frente a Excursio, que fue en el tiempo adicionado y al empate de González, en Agronomía, contra Telmo.
Sabemos que los partidos no duran 90 minutos, que cada encuentro es una historia nueva, irrepetible, con final impredecible. Esto quiere decir que debemos concentrarnos hasta que el árbitro pite el final. Pero esta historia transformada en una suerte de perla negra en una caja de diamantes, que no es otra cosa que la campaña realizada por el primer equipo, debe servirnos de ejemplo, para no repetir errores a futuro. Se vienen cotejos importantes donde ante el primer error, fuiste; y lo que a priori suele parecer el control de un encuentro, el más mínimo descuido puede transformarse en una pesadilla, que se acentúa si esto ocurre con el maldito reloj jugando en nuestra contra.
Que lo que vivimos y sufrimos en el presente campeonato sea una anécdota, que nos quitó el sueño en su tiempo, que nos cambió rivales, que nos hizo perder partidos y puntos y que además, nos concibió una bronca proyectada al destino, algún jugador puntual partícipe de la jugada del gol, al obvio desenvolvimiento del árbitro y al reloj, eso aparato que corre cuando no lo queremos y que gatea cuando estamos presurosos de que el tiempo pase.

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