jueves, 14 de julio de 2011
EL HIMNO DE LA DISCORDIA
Yo me pregunto cuales son las claves del patriotismo..?. Cuáles son las muestras que un ciudadano debe dar para demostrar y demostrarse su profundo amor por la patria. Quizás no baste con el merchandising oficial que me propone el uso y abuso de una bandera, una escarapela, un escudo en la solapa, un gorro o una cara pintada con la pilcha al tono. Tal vez no sea suficiente el pregonar a los cuatro vientos nuestra condición de patriotas, vivando o dando loas al país adorado en cuanta ocasión se cuadre, ya sea en un acto festivo, colegial, político o deportivo.
La entonación del himno argentino ha sido para mí un hecho de suma incomodidad en épocas de estudiante en el colegio primario. Me daba una vergüenza bárbara que los de mi alrededor me vieran cantar y desde luego desafinar las tan solemnes estrofas. Desde luego que en esos tiempos la mímica era la mejor arma que contaba para pasar el momento. El servicio militar me toma en una época desagradable para la Argentina, en la que todo se hacía a los gritos; se daban órdenes a los gritos, se respondía a los gritos, en años donde otros gritos fueron acallados por el silencio y por el miedo. Allí en el cuartel el himno se cantaba a los gritos. Para ese entonces pensaba que la Patria era solamente la familia y nada más, y que no salía de ese entorno por nada del mundo. Para mí la Patria eran mis viejos, mi hermano, mis primos, mis tíos y que los demás se caguen.
Con el correr de la vida me fui dando cuenta que la Patria es más que un canto, que un trapo, que un grito, que un rótulo. La Patria es como una madre, son dos manos que te cobijan, es un manto que nos cubre. La Patria era un bendición a la que había que honrar y por ese entonces sentí la necesidad de honrarla siendo simplemente un buen tipo, solidario, participativo, honesto, buen padre y buen hijo, solo eso me era suficiente. Pensé que laburando decentemente podía servirla y que todo lo demás era todo lo de menos. Y así crecí en este suelo argentino, haciendo Patria a cada hora, en cada momento de mi vida, en cada latido y en cada suspiro que Dios me regalaba.
A partir de allí noté que el himno era un canto que me unía a mis hermanos, pero solo era eso, un canto. Al ver izar mi bandera, ante un día patriótico, ante un busto, un héroe, un logro o una conmemoración, mi pecho se inflaba de orgullo, del mismo orgullo que tenemos todos los hombres de todos países de este mundo, cuando afloran los colores nacionales y su música se eleva eterna e inmortal.
Para cantar un himno debemos ubicarnos en el contexto donde se entona, el ámbito y la circunstancia. No siempre un encuentro cultural o deportivo entre países amerita tamaña demostración de lealtad. Tal es el caso del fútbol o de los deportes en general. Desde que el mundo es mundo, ya sea en un mundial como en los juegos olímpicos, la entonación de los himnos figuran como un canto a la conquista, la disciplina y la competencia. El portar la bandera, el verla flamear y entonar la canción patria es algo más que obligatorio, imperativo e inexcusable. Una verdadera falacia y un disfraz puramente de mercado o de márketing que le dicen, solo para captar el orgullo de desprevenidos actores.
El que un deportista entone el himno de su país en un evento deportivo, no es otra cosa que desvirtuar el verdadero objetivo de una canción patria y más grave aún, es que una afición chauvinista se lo exija como un condición inquebrantable.
El pretender poner en tela de juicio la calidad de argentino por su vocalización, por su enjundia, por sus rictus, por sus lágrimas, por sus gestos y por su emoción, es el hecho más miserable, dramático y descalificador que como compatriotas podamos demostrar. Cada uno expresa su sentimiento como le plazca y eso es extremadamente respetable para mí, hasta diría sagrado, como quien expresa a su modo la fe o su religión. Esas demostraciones no son negociables.
En definitiva y para terminar, me sigo preguntando cuales son las claves del patriotismo..?. A mi modo ver, de la única forma que se hace patria, es con una buena dosis de trabajo, humildad, sacrificio y ese silencio y transparencia que durante generaciones nos transmitieron los grandes de mi país, los anónimos y los famosos, los próceres y los mortales del día a día de esta bendita Argentina, que a veces ante la entonación de su himno, se queda muda.
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