jueves, 21 de julio de 2011
DE QUE SIRVE UN DT DE SELECCIÓN
Yo me pregunto para qué quieres tener de forma permanente un director técnico de selección de fútbol. De nada sirve escogerlo, hacerle firmar un contrato por cuatro años, una especie de compromiso hasta el final de una eliminatoria con posibilidad de ampliarlo hasta el mundial en caso de clasificación. De nada sirve apostar a una continuidad a favor de la seriedad de trabajo que esto conlleva. Porqué tendríamos que apostar a un estratega, a un seleccionador que viaje permanentemente al viejo mundo para hablar con los jugadores, que tenga una oficina en AFA, que se rodee de un cuerpo de colaboradores numerosos, que planifique, que busque lugares de concentración, que plantee amistosos con los de afuera o con los de adentro, y que éstos sean disputados en River Plate o jugados como parte de una suerte de periplo federal por el interior del país, para que los argentos podamos ver a nuestros ídolos en vivo.
Porque cautivar a un hombre por cuatro años a estar concentrado únicamente en un proyecto futbolístico, que tiene como disparador esporádico encuentros y giras, no copiando el ejemplo del básketball, cuyo entrenador puede trabajar en otro club en tanto y en cuanto no figuren compromisos con la selección nacional de ese deporte.
Porque los contratos no respetan objetivos más cortos en el tiempo so pena de ser considerados poco serios y especulativos. Un técnico de selección es el representante de millones de técnicos, que no son otra cosa que los millones de aficionados a esta práctica y que deambulan por cada rincón del país. Porqué soportar la figura de un manager que no se sabe a qué juega o depender de la decisión de Grondona o el consejo de sus hijos o el trabajo de una poco clara comisión de dirigentes para determinar al candidato, que dicho sea de paso, últimamente no ha tenido los pergaminos suficientes para el puesto en cuestión.
Para que toda esta movida si a la larga resultará en vano. En vano pues los antojadizos, injustos, previsibles, facilistas y esquemáticos dibujos de los torneos internacionales desembocan en finalistas sorprendentes, afortunados o especuladores. En vano pues de nada vale hacer viajar a las súper estrellas a nuestro país, suponiendo que buenos jugadores hacen buenos equipos, cuando sabemos que esto no es así. En vano porque se alimenta una guerra retórica y de estilos, con connotaciones históricas, dándole al técnico un poder sobre los resultados, el grupo y el logro, mismo que resulta ser una falaz injusticia.
Para que un técnico de selección cuando de pronto un equipo llega a la final sin ganar partidos, salvado por un arquero en los penales o por los remates que pegaron en tus propios maderos. Porque un técnico de selección si te pueden echar de una contienda sin haber perdido un partido, por haber errado penales en resoluciones por más que no se quiera, azarosas o una bombeada arbitral. Porqué si aún jugando bien, casi siempre por un motivo u otro quedas eliminado, con nuestras figuras desvalorizadas, con nuestro estilo futbolístico en tela de juicio y con una AFA en crisis permanente y en hipótesis de conflicto con los de adentro y con los buitres de afuera.
Sirve todo esto, tener en vilo a un país por una infinidad de amistosos, probando uno y otro jugador que de seguro nunca llegarán al evento importante, por el solo hecho de justificarse en el puesto y hacer algo en consecuencia para demostrarnos que se está trabajando. Sirve las convocatorias injustas y antojadizas, los puestos no cubiertos, los trabajos de inferiores, sub 20, sub 17, que a pesar de sus títulos obtenidos, nunca han mostrado sus logros en función del equipo mayor, salvo la gestación de figuras individuales.
Me pregunto, si no es mejor colocar a un seleccionador un mes antes de la contienda mundial, las eliminatorias o el amistoso; sí, al que está mejor por ese entonces, al ganador, al que la tenga clara, el profesional que no tenga que dejar su proyecto personal, ni su actualidad como técnico y que evalúe a quienes están en condiciones para el compromiso, dejando de lado esa práctica recurrente y frustrante de convocar a un reclutador de amigos, compadres, secuaces y cómplices futboleros, para armar una seudo familia por cuatro años, deficitaria, improcedente, onerosa e ineficiente. De qué sirve tanta formalidad inútil para elegir a un técnico de selección, si en cada fracaso su trabajo habrá sido al divino botón.
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