lunes, 18 de julio de 2011

AMERICA DESUNIDA


Por Dios, basta de estos torneos ecuménicos con formatos de campeonatos de tenis. Hay que dejar de lado el componente marketinero que envuelve al fútbol y que lo circunscribe zonalmente, parcializando y relativizando sus resultados, con el consiguiente desenlace plagado de injusticia, eventualidad, sorpresa, especulación y casualidad.
Démosle un marco un poco más serio a las copas continentales, que dicho sea de paso se juegan cada cuatro años y merecen un poco más de respeto, dedicación, tiempo de confrontación y un dibujo más real que priorice el deporte por encima de los negocios, los espacios, las vacaciones y los derechos televisivos
Las Federaciones de fútbol, como las Confederaciones y la misma FIFA, apuntan en estos tipos de eventos a dos palabras que son más que sustanciales y garpan a la hora de contar billetes, como son el Patriotismo y el Dramatismo. Pareciera ser que sin esos dos componentes no existe un torneo de fútbol viable a nivel internacional.
Que la Copa América se llame de tal forma y que solamente participen los escasos equipos afiliados a la Conmebol o Confederación Sudamericana de Fútbol, más un par de invitados para completar el draft, es y fue un verdadero disparate que viene siendo interpretado por años de disputa. Nuestro fútbol continental amerita hoy por hoy un nuevo carácter de contienda zonal que involucre a todos los equipos del continente; con esto quiero decir a todos, mismos que no llegan superar las 32 representaciones que habitualmente amenizan un mundial.
Estos arreglos lograrían jerarquizar la Copa y ser prenda de unión entre ambas Confederaciones americanas, amén de revalorizar aspectos que tienen que ver con el desarrollo futbolístico de los países participantes y unir la región con el consiguiente beneficio turístico y económico que esto resulta.
Reformar un estadio para jugar dos partidos es un disparate inadmisible y con consecuencias económicas irreversibles. Aceptar que un país presente una sub 23 o seguir definiendo ciertos partidos claves por penales o con alargues, solo colabora para disminuir la categoría del campeón, la valuación de los jugadores, el ánimo de un país y la seriedad de los organizadores de cara a futuros emprendimientos. Debe primar en una definición los puntos, los goles afavor, los goles en contra y hasta las amonestaciones o expulsiones y no depender de la jornada heróica de un arquero o la bendición de un poste o un travezaño.
Es imperiosa una reestructuración de la Copa América en función de futuro, no para que sirva como banco de prueba para las eliminatorias, sino para que su ganador clasifique al mundial y sea el monarca americano sin discusión por los siguientes cuatro años. Servirá además, para que el país organizador se vea favorecido por una demanda turística en serio, junto a ese aluvión de simpatizantes que de seguro asistirán cuando la cosa pinta importante.
Aguardo que el sueño de los prohombres americanos que habla de la unidad de un continente, no quede solo en los libros de historia y que el fútbol tome ese testimonio y lo ponga en práctica para las futuras generaciones, aunque más no sea por el bien de este deporte.

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