viernes, 18 de junio de 2010
CON LA MUSICA A OTRA PARTE
Yo tengo la edad del rock nacional, aunque no crecí con él. Me he pasado toda la vida escuchando música en la radio, en el Wincofón, en magazine, casettes , discos, LP, y ahora en CD . Bailé en los boliches, trabajé con música, estudié con música, comí con música y hasta he amado con música, pero el rock nacional no estuvo a mi lado.
Me pregunto cuál es la música que me identifica y que nos identifica a los argentinos. En mi taxi llevo extranjeros que mueren por el tango, mi viejo muere por el tango y tengo amigos fanáticos del chaqueño, del rock, del cuarteto, de los ritmos tropicales, bailanta y reggeton.
Muchos de nosotros anclamos en los 80 y otros, más jóvenes, se consolidaron en el rock nacional a partir de nuevos interpretes y bandas actuales, siempre rindiéndoles homenaje a sus precursores, que dicho sea de paso le siguen dando a la viola, muchos de ellos de forma patética y penosa.
Recuerdo que en la división de Progresiva-Comercial, me había inclinado por la segunda y así seguí en el tiempo. El fenómeno del rock nacional me pasó por el costado y casi no me tocó; seguí siendo un grasa que escuchaba a Sandro o a Yaco Monti y hasta el día de hoy no me he desprendido de esos sonidos.
Cuando era adolescente observaba como mis amigos rockeros vivían la noche y los recitales subterráneos, no le pedían permisos a sus padres, empilchaban distinto a mí, fumaban y chupaban, cosas que yo no hacía. Mi viejo no me dejaba salir ni juntarme con ellos. Su música no me agradaba, no la entendía y el ¨chin, chin, pum¨ de las bandas me aturdía; necesitaba algo más tranquilo.
La actualidad me sorprende con la consolidación de una cultura más que un estilo; el producto de una rebeldía tuvo su entidad artística. La identificación social proyectada a un grupo de talentosos músicos, influenciadas por la historia o por lo foráneo, con sus letras envueltas de locura, metáfora, sin razón, protesta, violencia o delirio, que pega fuerte en una juventud que busca un espejo, un modelo, una identificación dentro de un formato poco amigable, desprolijo y cuasi impresentable.
Tengo la edad del rock, pero no crecí con él y hoy en mi país, la Argentina, debo tomar mis discos e irme con la música a otra parte.
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