
Yo tengo la edad del rock nacional, aunque no crecí con él. Me he pasado toda la vida escuchando música en la radio, en el Wincofón, en magazine, casettes , discos, LP, y ahora en CD . Bailé en los boliches, trabajé con música, estudié con música, comí con música y hasta he amado con música, pero el rock nacional no estuvo a mi lado.
Me pregunto cuál es la música que me identifica y que nos identifica a los argentinos. En mi taxi llevo extranjeros que mueren por el tango, mi viejo muere por el tango y tengo amigos fanáticos del chaqueño, del rock, del cuarteto, de los ritmos tropicales, bailanta y reggeton.
Muchos de nosotros anclamos en los 80 y otros, más jóvenes, se consolidaron en el rock nacional a partir de nuevos interpretes y bandas actuales, siempre rindiéndoles homenaje a sus precursores, que dicho sea de paso le siguen dando a la viola, muchos de ellos de forma patética y penosa.
Recuerdo que en la división de Progresiva-Comercial, me había inclinado por la segunda y así seguí en el tiempo. El fenómeno del rock nacional me pasó por el costado y casi no me tocó; seguí siendo un grasa que escuchaba a Sandro o a Yaco Monti y hasta el día de hoy no me he desprendido de esos sonidos.
Cuando era adolescente observaba como mis amigos rockeros vivían la noche y los recitales subterráneos, no le pedían permisos a sus padres, empilchaban distinto a mí, fumaban y chupaban, cosas que yo no hacía. Mi viejo no me dejaba salir ni juntarme con ellos. Su música no me agradaba, no la entendía y el ¨chin, chin, pum¨ de las bandas me aturdía; necesitaba algo más tranquilo.
La actualidad me sorprende con la consolidación de una cultura más que un estilo; el producto de una rebeldía tuvo su entidad artística. La identificación social proyectada a un grupo de talentosos músicos, influenciadas por la historia o por lo foráneo, con sus letras envueltas de locura, metáfora, sin razón, protesta, violencia o delirio, que pega fuerte en una juventud que busca un espejo, un modelo, una identificación dentro de un formato poco amigable, desprolijo y cuasi impresentable.
Tengo la edad del rock, pero no crecí con él y hoy en mi país, la Argentina, debo tomar mis discos e irme con la música a otra parte.
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