domingo, 6 de junio de 2010

CRITICAR NO CUESTA NADA


Nada sabe tan amargo como una murmuración despiadada y tan dulce como una crítica favorable. El concepto de constructivo en una opinión, no es algo asimilado por el desacreditado como un precepto dicho con la mejor onda.
Quien tiene que evaluar y opinar desde un escritorio, una PC o un micrófono, sobre el rendimiento, la actuación o el trabajo de una persona o un equipo, nunca tiene nada que perder. Nada arriesga con el filo de su lengua y el daño causado puede ser devastador.
Los argentinos nos hemos acostumbrado a juzgar al otro desde una cómoda postura de estimadores, sentados placenteramente en nuestro sillón; opinamos sin saber, sin meditar sobre el esfuerzo, el trabajo y la dedicación del otro. Nuestra desinformación nos lleva a acometer sobre aquel que brega, que busca una salida y un objetivo.
Quien intenta algo siempre toma un riesgo y suele equivocarse, pero todos los humanos nos equivocamos, fallamos, perdemos y soportamos las desgracias del juicio apresurado, impiadoso y riguroso del que nos mira desde enfrente, sin involucrarse tan siquiera en las fuentes del error para disminuir su abreviado alegato.
Tengo que reconocer que muchas veces he pecado de duró e injusto en mis críticas. A veces la pasión y el apresuramiento nos llevan a tomar el papel de verdugos de la palabra. Los mea culpa son tardíos, los arrepentimientos figuran como morosos y el mártir termina sucumbiendo ante la punta de nuestra lanza verbal.
Criticar no cuesta nada y asumo esta realidad en un mundo de pocos hacedores frente a una pléyade de opinólogos, panelistas, críticos y voceros subjetivos que ponen veneno en cada voz.
Me cuesta tomarme el trabajo de criticar ya que hay hombres de por medio, hay tiempos, sueños y verdades que suelo desconocer. No temo pedir perdón, lo que me da miedo y vergüenza es que éste llegue tarde a destino.

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