lunes, 19 de julio de 2010

AMIGOS NO SON LOS AMIGOS


El 20 de julio se festeja el día del amigo y en la Argentina es un evento venerado por muchos. Este día de culto es la oportunidad para que desborden pubs, restaurantes, parrillas, discoteques, bares, clubes o domicilios particulares, en torno a una mesa tendida, unas cervezas, unos cafés, el vermut con picadas, el té con masitas o el clásico asado.
Es una excusa para juntarse, para charlar, despotricar, chusmear, hacer catarsis, emocionarse, contar mentiras o penurias, en un ámbito nostálgico o festivo.
El concepto de amistad está fuertemente aferrado a nuestra cultura; somos un país amiguista y el amiguismo reina en el día a día del argentino, proyectándolo al trabajo, la política, el deporte, etc. El 20 de julio arden el email, los celulares, los teléfonos de línea, Facebook o Twitter.
En nuestra vida un amigo tiene mayor entidad que un familiar, es el compañero de aventura, el confidente, el socio de intereses comunes, el cómplice, un oído o un hombro donde apoyarse. Mayoritariamente proyectamos un amigo al ámbito festivo, al encuentro, a la anécdota y al hecho de compartir topetazos gastronómicos, turísticos o deportivos.
La amistad en la Argentina es un viaje de ida, es un amague, una intensión. En muchos casos representa un camino sin retorno, un dibujo afectivo vacío y carente de compromiso; un amigo suele ser un entretenedor.
Involucrarse amistosamente a veces nos hace cruzar un círculo de confianza que no merecemos. Nadamos en el uso y abuso de una definición que nos mete a todos en una misma bolsa.
El amigo ama, extraña, desea, explica, apetece, disfruta, comparte, pero además manipula, utiliza, difama, desconfía, excusa, es silencio, es olvido, se niega, ignora, presiona, abandona, descarta y lo que es peor, miente.
La amistad no es el opuesto a la soledad, pero a veces es su complemento; la misma se construye en cada apretón de manos, en cada abrazo y en el sentimiento que muy pocos amigos pueden enarbolar y es el de la hermandad.

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