domingo, 4 de julio de 2010

EL PULPO ACERTO


Y al fin y al cabo nos quedamos afuera de Sudáfrica 2010. Se acabaron la cábalas, los códigos, las conferencias de prensa contestatarias, las publicidades triunfalistas, el melodrama maradoniano, la falta de diálogo técnico-manager o dirigente-jugador, el turismo vip televisado, las victorias obvias, el merchandising patriótico, las prácticas secretas, las arengas fervorosas de Vignolo, las exclusividades de TyC, los análisis y las cámaras privilegiando el detalle boludo, los chichoneos previo de Korol y de Yayo, la propaganda estúpida de Movistar con el chorizo volador o la lacrimógena de Quilmes, con la palabra de Dios. Ya no habrá jugador del pueblo, que con tan solo dos goles en un ciclo por los puntos, uno en offside, dos expulsiones, un penal errado y mucho choque, garra y pierna fuerte al divino botón, sedujo a la fanaticada pobre que lo toma como referente. También se acabó la obsecuencia de todo el espectro periodístico argentino de acá y de allá, que no fueron capaces de confrontar y meter una crítica a fondo en las transmisiones de un partido de fútbol o una pregunta punzante en alguna conferencia de prensa (no vaya a ser que los familiares de los jugadores argentinos se ofendan y éste tome represalias o no les de más notas).
El pulpo tenía razón, nos ganó Alemania por paliza y me di cuenta que con el alma no se gana títulos, que Dios no es Argentino, que en los últimos cinco mundiales (veinte años) no le ganamos a un país grande, aún con todos los jugadores europeos que presentamos, con los amistosos de alto nivel ganados, con el mejor del mundo (Messi) y uno de los mejores de América (Verón), con las dos Copas Américas conquistadas en ese lapso, los dos Juegos Olímpicos, los mundiales juveniles cosechados y los títulos a nivel de clubes a nuestro favor. Me di cuenta que con sobresalientes jugadores no se hace un equipo campeón y que el capricho de un técnico (asesorado por un par de cuatros de copas) que no consulta ni lee los partidos, manda al muere a todo un país futbolero sumiéndolo en la depresión.
Ahora lo previsible, un mea culpa que no llega, la soberbia de siempre y la urgente necesidad de un nuevo técnico para dar un golpe de efecto, que ha de decidir una sola persona y que nunca paga un costo político por fracasos, muertes o estafas. El cambio empieza por arriba y éste no ha de llegar.
Yo sugiero que a juzgar por los próximos mundiales, mis compatriotas se dediquen a preocuparse por la selección y la elección de su entrenador para las eliminatorias del 2022 que se realizará vaya a saber donde, ya que el próximo se hace en Brasil y el siguiente en Europa y en ambos no tendremos chapa. En un mundial hay 32 equipos, muchos de los cuales regresan a sus países puteando, disconformes y con la prensa y la afición en contra. Son muchos equipos, las chances se reducen y la Argentina cada año se achica más (estamos sextos en el ranking de FIFA).
Nos dedicaremos a armar una selección con lo que tenemos aquí y el que se vaya afuera no juega. Se debe elegir un técnico por objetivo y no por cuatro años, que labure por un amistoso cada cuatro meses; hay que priorizar un entrenamiento semanal, un amistoso mensual en el país y una gira anual, procurando rescatar el patriotismo y que la gente vuelva a ser hincha de la selección, pero para ello debe jugar muchos partidos en el año casi como los que disputan nuestros clubes.
En el 78 lo ganamos sin extranjeros y en el 86 y 90, muchos jugaban en Argentina. Debemos saber a que queremos jugar. Una selección debe resolver partidos, no jugarlos. La exigencia de un buen fútbol se lo dejamos a nuestros clubes, que tienen 39 fechas para lograrlo. En un mundial solo haya siete encuentros y debemos cuidar nuestro arco y no regalar espectáculo y goles al pedo, pues un día te levantas torcido y te vuelves a casa. Hay que ser mezquino, egoísta, cauteloso y sorpresivo.....Y A FESTEJAR...!!!!
Lo triste es que el pulpo acertó y con sus tentáculos nos destruyó nuevamente una ilusión. Hoy llegó la selección y una multitud asistió al velorio, saltando fervorosamente sobre su cadaver. Ya van 24 años con pena y sin gloria.

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