domingo, 9 de mayo de 2010

ANGELES O DEMONIOS


Cuando en los albores de este siglo la conducción de Barracas Central pasa a manos de Chiqui Tapia, un sin fin de voces comenzaron a castigar de mala forma su gestión, que fue marcada en gran parte por la indiferencia, la nostalgia, el agravio, la exclusión y el juicio apresurado. Su condición de yerno de Hugo Moyano y su actividad ligada al sindicalismo lo elevaron al rango de hombre suspicaz, dudoso y sospechado. Durante casi una década de gestión, las críticas no cesaron. En el mundillo del futbol de ascenso, lo acusaron de arreglar partidos, tocar jueces, apretar dirigentes en AFA, tender camas, traficar influencias, movilizar trabajadores para hacer número en la tribuna, abuso de poder, etc, tan solo por el simple hecho de ser sindicalista, actividad que para muchos sectores de esta sociedad en que vivimos se ha transformado en una mala palabra.
Claudio Tapia, lejos de ser lo que le acusan, es uno de los dirigentes más importantes que tiene el fútbol de ascenso en la Argentina. De una humilde raiz sindical, conserva esa solidaridad que lo lleva a interpretar la problemática de las personas y de las instituciones. Hombre de hacer favores a propios y extraños, una mano tendida, un consejo, apoyo y pasión. En su gestión, Barracas Central perdió casi cuatro finales, que podía haber ganado de ser Chiqui el diabólico sujeto que la gente dice que es. Pero nada de eso es cierto.
En la Argentina el sindicalismo ha sido demonizado por años, incluso por aquellos que reciben los beneficios por su logros. Sin ser yo sindicalista y alejado de la actividad política, igual reconozco la lucha de muchos que dejaron hasta su vida defendiendo los derechos laborales. Numerosos argentinos seudo conservadores, no ven con buenos ojos que los morochos tengan manejo de poder, representatividad, gestión, uso de recursos, liderazgo, muñeca política, influencia y decisión. Pareciera ser que esos privilegios fueran reservados únicamente para un casta privilegiada, efectiva e insensible. Los sindicatos nunca le mordieron la mano a los que le dan de comer, solo sostuvieron esas manos para que la comida llegue efectivamente a las bocas de todos los trabajadores y no se distariga en el camino.
Como barraqueño estoy orgulloso de mi presidente, porque como debe ser todo dirigentes, éste es uno de nosotros y como nosotros.

1 comentario:

  1. Hola Rata, interesante comentario. Sobre Chiqui no podemos decir nada que no sea bueno, para los barraqueños es casi un procer. En cuanto a los sindicalistas, la mayoria de las cupulas se mantuvo en el poder arreglando con "la patronal" y no defendiendo precisamente a los trabajadores. A los buenos los mataron en la Dictadura. Justamente porque eran buenos sindicalistas.

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