sábado, 22 de mayo de 2010

HIJOS NUESTROS


Los que tenemos hijos sabemos muy bien lo que significa criarlos, mantenerlos, educarlos y guiarlos en el camino de la vida. El dibujo de familia actual dista mucho de aquel esquema tipo LOS CAMPANELLI, con su padre gobernando la mesa de los domingos y todos sus hijos obedeciendo en derredor y entregándole amor y sacándole canas verdes. Eso ya no existe, este formato de cuna está en extinción.
La vida de las grandes ciudades y la necesidad nos obliga a que papá y mamá salgan a laburar, dejando sus hijos a la buena de Dios; y ahí entran a tallar en la crianza abuelas, nanas, niñeras, vecinas, cuñadas, amigas, escuelas maternales, etc.
La triste realidad me indica que para los padres que trabajan, los hijos resultan ser un estorbo, unos devoradores de tiempo, dedicación, salud y proyectos individuales o de familia. Son tiranos, demandantes, rebeldes y forman un frente de combate que ataca hasta la propia estabilidad de la pareja. Cuesta reconocerlo, pero los conceptos de amor y sacrificio que venían de nuestros padres, hoy por hoy no existen.
La palabra amor tiene una hermana gemela que siempre la acompaña, es indivisible; no es precisamente un término romántico y no figura en los poemas. Esa palabra se llama SERVICIO; amar es servir y en los tiempos que corren, los seres humanos nos servimos del amor.
Convengamos en una suerte de relevamiento, que muchos de nuestra generación no se han enlazado con los que quisieron, sino con los que le dieron bola. Es así que en los setenta íbamos a MI CLUB en Bánfield y salíamos casados de la disco. Para peor vinieron nuestros niños, muchos de los cuales fueron hijos del error de cálculo o de la pasión sin protección, tal como ocurre hoy en día con las jóvenes mamas solteras. Es así que ¨sayonara¨, adiós vida.
Nuestros hijos suelen sacarnos lo peor de nosotros; uno de esos puntos infames es el egoísmo. Suelo llevar en mi taxi a mamitas buscando a sus niños al jardín de infantes de vuelta del gimnasio, con su botella de agua mineral o su yogur descremado, para luego llevar a su niño a Mac Donald y darle de comer chatarra. Es increíble, las minas se cuidan y a sus pibes les dan de comer ¨fritata¨.
Desde luego que existen excepciones; padres que acompañan a sus retoños a practicar deportes, madres que hacen los deberes con sus niños. Muchos se preocupan por la salud y otros velan por su futuro laboral. Pero el tenue límite de lo espontáneo y la fuerza de la responsabilidad y compromiso me llevan a dudar de lo verdadero y lo ficticio. Con solo verles las caras a los progenitores, rostros llenos de insatisfacción, infelicidad, desasosiego y cansancio, vasta para darnos cuenta de la dura lucha de criar hijos y salir vivos en el intento.
No existe un colegio o una universidad para padres. Los conocimientos no se consiguen en revistitas o notas en los diarios o la TV. Necesitaríamos varias vidas para ser buenos padres y un país que contenga a la familia y la proteja.

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