miércoles, 12 de mayo de 2010
UNA MADRE GOLPEADORA
Esta nota no habla de fútbol, ni de Barracas Central, habla de nosotros, de los argentinos, de la patria, de nuestros sentimientos y frustraciones. Enmarca las exigencias que como ciudadanos requerimos del país y de los deberes para con el terruño que nos vió nacer.
Recuerdo que cuando era muy niño tenía un vecino al que su madre, viuda, golpeaba constantemente. Tal era el castigo que le propinaba, que permanentemente la citaban en el colegio debido a las marcas que el jóven tenía en su cuerpo. Pasaron los años; el niño era ya un muchacho y las permanentes reprimendas verbales y los golpes no cesaban. Luego de un tiempo de perderlo de vista, lo volví a encontrar siendo por ese entonces un adolescente. Su personalidad estaba mellada, su carácter débil; descubrí en él a un maniquí, un dibujo de hombre, un armazón, un muñeco. Al preguntar por su madre, me informó que había fallecido y que no quería sentir hablar más de ella. En su casa había eliminado todas sus fotos y cualquier vestigio que marcara su existencia, quedando solo aquellos recuerdos sobre su padre, ausente desde muy pequeño. Esta triste historia me permite confrontarla con lo que sentimos como argentinos hacia nuestro país.
La Argentina ha sido para muchos de nosotros una madre golpeadora, una dama feroz que nos ha castigados durante años. Vestida de ama de casa, de oficinista, con mameluco, con uniforme militar o sin ropa, esta matrona nos ha dejado huellas en nuestro cuerpo, en nuestros bolsillos y en nuestro futuro.
Muchos argentinos, como mi vecino, tiraron a la mierda sus fotos y sus recuerdos y se marcharon de casa. Y se fueron a otro país, adoptados por una madre distinta, por un nuevo hogar. Otros en cambio, nos quedamos aquí, poniendo el lomo para que nos siga pegando, para que siga mellando nuestra personalidad y debilitando nuestro carácter.
Llega el 25 de Mayo y el bicentenario y en esta fecha cabe preguntarnos si realmente los argentinos amamos a la Argentina, si la creemos como propia, si nos sentimos orgullosos de ella o nos resignamos a vivir en ella. Me pregunto si la odiamos, si la negamos o nos avergonzamos de su existencia y de su eco en el mundo.
La falta de actitud al cantar nuestro himno (observe por un minuto a nuestros jugadores de la selección de fútbol), el mayoritario desinterés por nuestra cultura, su música, su historia y sus raíces, la ausencia de fervor popular y nacionalismo, la falta de solidadidad, la discriminación, la desinformación y el descuido con nuestros pueblos nativos, la inducción al patriotismo a través de exposiciones, recitales y eventos para nada correspondidos, afirman que nuestras heridas tardan en cicatrizar. Hay algo que nos sucede, quizas los golpes nos están hiriendo de muerte.
Muchachos, hoy no hablo de fútbol, hablo de patria, hablo de hogar, hablo de la Argentina, mi madre golpeadora, que a pesar de mis dolores, la sigo amando.
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